miércoles, 28 de septiembre de 2011

Siempre nos quedará Casablanca

Autor, David Pérez Vega, 2001 - 2002.
Editorial, Baile del Sol, 2011.

78 páginas.
Pvp, 10 €.

Por fin me animo a escribir sobre el último libro publicado de David Pérez Vega. Hace algún tiempo que lo leí, de vuelta a Olmedo desde el domingo de clausura de la feria del libro de Madrid. Se trata de una colección de treintaicuatro poemas dividida en cuatro partes. Su estilo es casi narrativo y su lectura resulta ligera además de reconfortante. O estas son las sensaciones que puedo hacer explícitas sin temor alguno a equivocarme. Cuando hoy mismo he vuelto a leer el libro para escribir la entrada estaba decidido a pasar de nuevo sólo por los poemas que había marcado como mejores, pero enseguida me ha ido apeteciendo leer también los que no había marcado de esa manera. Un acierto que me apunto como mérito propio, qué puñetas.

El título de la obra -SIEMPRE NOS QUEDARÁ CASABLANCA- nos puede dar alguna pista sobre lo que nos encontraremos en este libro. Evidentemente David Pérez Vega es un tipo cinéfilo, y tiene un blog que se llama DESDE LA CIUDAD SIN CINES, que es uno de los mejores sobre libros (y en mi caso particular referencia primera). La primera parte del poemario tiene por título DÍAS DE CINE, y en ella el autor nos ofrece su visión de la realidad, una visión melancólica, a veces triste, que comprendemos como contraste con la irrealidad, la evasión que es aquí la película, las vidas sobre lienzo blanco, las salas de cine. "A los tipos como Humphrey Bogart siempre les quedará París, a los tipos como nosotros siempre nos quedaráCasablanca". O en otro poema, quizá aún más pesimista: "La sesión de las 4 es de los que necesitan olvidar / lo que les espera fuera, / de los que tienen pesadillas cuando duermen". Entiendo que en la mayor parte de las piezas la voz poética es la del autor. Para David Pérez Vega la irrealidad es -o al menos fue- un buen sitio en el que vivir. De eso va esto. El cine es una irrealidad maravillosa: "Si esto fuese una película, al pronunciar / tú esas palabras, nos miraríamos fijamente / un instante y yo entonces te besaría sin remedio (...)", el problema es que esto es la vida real. Afortunadamente -y aquí la visión pesimista se diluye o se la puede hacer frente- la irrealidad también se puede vivir. Quizá sobre esto podamos -digo podamos por si alguien se apuntara- hablar con el propio autor.

En la segunda parte del poemario -NOS ESTÁ ACORRALANDO EL TIEMPO- se mantiene la tensión entre realidad y ficción. Sus poemas afrontan la vida nueva, el presente, desde el recuerdo de los que fueron antes de la muerte o de los que afrontaron ya -o debieron hacerlo- su propia vida nueva, desconocidos para quienes no están al tanto de ella. La melancolía es aquí el sentimiento que justifica la obra. Porque -fíjese- la melancolía es recuerdo y el recuerdo se forma en buena medida gracias a la ficción, a la irrealidad, a la manipulación sentimental e inevitable -creativa- de nuestras necesidades vitales. Frente a la triste realidad del abuelo postrado está el recuerdo de lo que fue, de lo mejor del pasado. Personalmente no puedo evitar volver a pensar en la sala de cine. Además, uno de los poemas de esta segunda parte -LIBRES- es ejemplo perfecto de cuánto se puede profundizar literariamente utilizando elementos sencillos, de lectura ligera, como he indicado al principio. Hay un par de imágenes de ese poema que aún me rondan, cargadas de significado, un tanto escalofriantes, más honestas de lo acostumbrado.

La tercera de las partes -PEQUEÑOS HOMENAJES DE IDA Y VUELTA- está compuesta por seis poemas dedicados a autores que debieron de ser muy influyentes para el autor: Pieter Brueghel, Gustavo Adolfo Bécquer, Van Gogh, Primo Levi, J. R. R. Tolkien y Leopoldo María Panero, del que narra un encuentro en el metro cuando se acercara a saludarle un día al verlo y del que dice que, tras intercambiar unas palabras con él, "Me hubiera apetecido invitarle a un café / o a una cerveza, pero no me atreví o sentí miedo / del fondo de sus ojos sin fondo (...)". Confieso que he sentido lo mismo al verle. Para que vean cómo recorre este poemario el binomio ficción-realidad les invito a leer estos versos del poema sobre Tolkien: "Después la vida, sabes, hijo, esa que dicen de verdad / y es sólo porque jode (...)" y también estos otros del de Primo Levi: "Después soñar tantas veces lo mismo: que la comida, / los amigos, el trabajo, la cama caliente eran irreales". Por cierto, que éste, Levi, es el único de los seis autores homenajeados que, estrictamente, no se acercan a sus lectores desde la ficción sino desde la más radical de las realidades, como se sabe.

He sentido que Pérez Vega afilaba el lapicero para el cierre del libro. Puede ser una sensación engañosa, pero el poema ESO ES TODO sale en ayuda de mi primera impresión: "Tócalo, en gajos el frío despedaza la armadura urgente / de mi chupa. Cayó la noche y a los pocos minutos / de sostener el auricular del teléfono, podía haberlo previsto, / comenzará a llover (...)". En general me he encontrado con un estilo sobrio y elegante todo el tiempo y que resulta muy eficaz en los temas tratados. Ya digo que la melancolía y la ficción como escapatoria a una realidad cruel, que defrauda como tiempo presente. Hasta que en el cuarto de los bloques -CONCURSO DE CAMISETAS FRÍAS- aparece la resignación como método, como nuevo modo de vida. Los desengaños son narrados y aceptados como parte de la realidad. Esa aceptación puede ser contada como hecho poético pero, además, no sólo se presenta como paso necesario para un futuro que quizá no preocupe tanto como el propio presente, sino que es pura necesidad vital: resignarse a conocerse. Pero creo que la resignación de Pérez Vega consiste también en aceptar que las películas y la vida real se parecen bastante, "porque para todo hay que tener un poco de estilo", porque se puede hacer un poema feliz con un pérdida o porque incluso cuando uno está siendo explotado en su trabajo "me cuesta reprimir una sonrisilla / semejante a un aullido nocturno en la selva. / Son los restos de la pasión que aún me acompaña". La pasión, los recuerdos como mirada que componen a la persona, la ficción como evasión y como modelo. Quizá al personaje de Bogart en Casablanca le quede París, y quizá también aún le queden desengaños que sufrir en el trato con una realidad que ha de seguir. A los que quedamos a este lado de la ficción -el resto- nos queda la feliz irrealidad, sin la que la realidad sería inafrontable, e imposible. 

A veces los poemas me han recordado el género epistolar pues se dirigen directamente al lector, aunque también al diario personal y casi a unas confesiones. Quiero decir, en cualquier caso, que el texto irradia honestidad por los cuatro costados, que me ha hecho blandito durante el tiempo que lo he leído cada vez, pelín melancólico, y que me ha ilusionado. Con este SIEMPRE NOS QUEDARÁ CASABLANCA he hecho una de las lecturas más interesantes de este año. De eso estoy seguro.
 

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