sábado, 2 de noviembre de 2013

Divisa de Anatolio, de José Rivero Vivas

José Rivero Vivas
Divisa de Anatolio
Ediciones de Baile del Sol, 2008

Estoy aprendiendo a estar muerto, así nos recibe Anatolio, quien nos desvela que no tiene ningún proyecto por delante, no abriga perspectiva con sentido alguno, sino que pasa el tiempo echado en la cama y quiere que escuchemos su monólogo, roto alguna que otra vez con sus conversaciones con Wenceslao -las menos- y con Aquilino, las más.

Y no teniendo perspectiva lógica alguna su decisión, nos mantendrá atendos a sus monólogos durante 362 páginas, pues no conoceremos hasta el final el trágico acontecimiento que le llevó a esa decisión de aprender a estar muerto... o ese aprendizaje fue el motivo de la tragedia. Será el lector quien sentencie.

Podemos leer en la contraportada que esta es la historia de un hombre cualquiera (Anatolio), en una ciudad cualquiera de cualquier país. Pero las pistas que nos da el autor van acercando cada vez más el personaje a geografías conocidas: "se le dio sepultura al cadáver, pero sin introducirlo en la fosa, siguiendo la costumbre ancestral. Creo que por eso me impresionó tanto el entierro de Wenceslado..." (pág 9).

Anatolio, como hemos apuntado, nos irá contando sus recuerdos alrededor de sus dos amigos ya citados, de Adelaida su ex pareja y de otros personajes secundarios en la decisión de quien confiesa que estar encerrado no es mero capricho de una mente ida, sino es una actividad que necesita realizar para hallar el fin de su existencia, "que no es otro que acabarla de una vez" (pág. 19).

Es el trágico fin de Aquilino lo que convierte a Anatolio en lo que ahora es, tan diferente -según él mismo- al hombre que era, reconociendo que las cosas "ocurren sin que uno sea capaz de dar una explicación a cuenta" (pág. 34).

Anatolio convierte a Gumersinda, la viuda de Aquilino, en el ogro que le culpa de la muerte de su marido. Por eso se esconde, por "miedo a ese ogro que se nos echa encima..."

¿Es por ello que Anatolio se encierra en una diminuta habitación -parecida a un nicho-, para realizar una serie de ejercicios que le capacitarán para vivir sin necesidad de alimento? Confía nuestro personaje que ello le salvará de la obligación de ir al excusado... busca alcanzar el "estado supino perfecto".

En esos días, durante esos ejercicios, enlaza realidad, sueño, fantasía, recuerdos, presente, pasado, casi futuro, de tal forma que al lector se le plantea la duda de qué está ocurriendo en ese momento, qué ocurrió o qué ocurrirá, debiendo permanecer atento a las tretas de nuestro personaje, hasta alcanzar el momento supremo donde descubriremos qué ocurrió aquel día que devino en mortal tragedia.

Y queriendo olvidar, sin embargo, Anatolio huye "del frío del olvido", necesita recordar, necesita sufrir, necesida recorrer toda la eternidad, recorrer "las ciudades del mundo buscando" los nombres de Wenceslao y de Aquilino.

Y tú, lector, decides si le acompañas o no en esta búsqueda.

Francisco Javier Illán Vivas
 

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