miércoles, 5 de febrero de 2014

Quien mire hacia abajo, pierde


A lo largo de ocho poemarios escritos en los últimos ocho años (su prolífica autora lo es a razón de libro por año), Sara Herrera Peralta ha confirmado una voz personal dentro del panorama poético joven en España.
Su nuevo trabajo, Quien mire hacia abajo, pierde, editado por Baile del Sol, es el recorrido de la línea más larga del metro de París, desde Orry-la-Ville-Colle hasta Melun, un trayecto diario de ida y vuelta, de casa al trabajo y del trabajo a casa hecho por su autora durante meses. Es en este no tiempo-no espacio donde todo sucede, puede suceder o debería hacerlo. Porque si no, corremos peligro de inexistencia, desesperanza, tristeza, locura.
La reflexión hecha poesía da lugar a este libro.
Cada poema una parada. Un nombre de estación, un poema. Algo que avanza o quiere avanzar y confía, algo de suerte, historias tan mínimas, a veces solo sensaciones efímeras como si el aire tuviera aún /un halo de certeza.
Con un lenguaje sencillo y cercano, la apuesta en sus finales, se envuelve de palabras para decir algo que puede ser importante, señala en una parada cualquiera: no le tengo miedo al cáncer /ni miedo a quedarme calva.
Y habla de las otras creencias, las que llegan tras la edad de la inocencia, en las que Sara, el personaje de este libro, se desengaña:
Pero cierto día París no será
la ciudad de las postales,
ni yo la última
que crea que esa ciudad no existe.

Comienza el libro con deseos explícitos, casi precarios: Me iré a vivir al campo /a ordeñar las vacas, porque lo que viene a continuación es un inventario de problemas y carencias, incluida la alternativa que somos capaces de desear. Le hace a una pensar que hasta los propios deseos son los deseados por otros, al igual que nos moldean la forma de pensar convenientemente.

Y termina, como no podría ser de otra manera, tras un viaje sin horizontes, con una petición, que retrata una idea, una abertura por la que todos deberíamos asomarnos a mirar, no importa cuándo, cuando se pueda, tal vez en esos momentos perdidos de un viaje en tren:

Se aceptan propuestas
para una vida más lenta y más brillante.

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