miércoles, 30 de abril de 2014

Anillos de Saturno (Sonia San Román) (Reseña)

“Me dedico a vivir y a rescatar cuadernos mientras duermes ese sueño ligero de los niños que nacen viejos por culpa del pensar inquieto de sus madres”, nos dice Sonia en ese camino poético que nace en el hecho de reconocerse hija, atravesar realidades, miedos y enseñanzas, y dar origen a una nueva vida.
Anillos de Saturno, es la contraposición de generaciones, un hilo conductor, donde el hijo devora al padre, para ejercer, en este caso, la maternidad, soltar lastre y entrelazar a su alrededor a una nueva familia. “Soltar todo el lastre hasta la amputación.”
En esta senda, el miedo es combatido con amor, con la fuerza de creer en uno mismo, en el futuro, con miedo al miedo, con esa dosis necesaria para mantenernos despiertos frente a las nieblas incrustadas en esta sociedad, en un país que esconde su pasado e intenta negarnos el futuro. “Eres un trozo de acantilado de carne y miedo expuesto a las olas y al viento del norte.”
Una travesía sin paréntesis donde descansar, “Tú, Sísifo empujando maletas por ciudades empinadas sin completar el ciclo”. Una espiral que no cesa, donde el tiempo es un barco que hincha sus velas y empuja siempre hacia el futuro.
“¿Qué te pasa?
La realidad.”
* *
No querer repetir
y saberse eco.
He aquí el dolor
de ser madre.
* *
Situó el eje de mi tiempo
en centro de mí
y tiro de la balanza
para no juzgar
y encontrar el equilibrio
con los brazos.
Miro hacia adelante,
con miedo al miedo
y a otras cosas que,
aunque nimias
me van paralizando
en el centro de una escuela cuerda
a veinte metros de altura.
Escucho cada sonido estridente
como una alarma
de este precioso instante terrible.
El lenguaje confirma que estoy en lo cierto
y me recuerdo que el presente
también es un regalo.
Soy capaz de escucharlo todo.
Algunas voces me animan a avanzar.
Las risas me turban.
Ansío confiar pero hay demasiado ruido.
Oigo las interferencias del pasado.
Primero son leve susurro
luego, se sobreponen
con su oscura nube de tormenta.
Como un trueno.
Y ya no oigo las campanas.
* *
Explotan las bombas.
A mi alrededor
se cruzan los cuchillos
con los abrazos.
Ninguno es para mí
pero la piel sangra
con tacto de caricia.
Sigo.

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