lunes, 23 de junio de 2014

Entrevista a Alena Collar

Entrevista por Miguel Baquero

/ «El chico de la chaqueta roja» es el cuarto libro (segunda novela) de Alena Collar, cuentista, poeta, periodista, profesora de Literatura y, en general, apasionada de las letras. De hecho, Collar dirige unaalenacollarrevista, «Alenarte», y sostiene un blog personal donde vierte sus opiniones propias sobre obras y autores, con una independencia de criterio y una formación que la convierte en rara avis dentro de nuestro reseñismo. El mundo literario, o por mejor decir, el fenómeno de la escritura, es el tema de «El chico de la chaqueta roja», la historia de un novelista que se retira a un pueblo para escribir una novela que quiere signifique un punto fundamental en su carrera… como fundamental es este «Chico de la chaqueta roja» en la carrera de Alena Collar como escritora
LITERATURAS.COM: Tu novela tiene mucho de juego de espejos…
ALENA COLLAR: Sí. La novela es un juego de espejos tanto entre personajes que, por decirlo así, «se reflejan» entre sí, como en situaciones. Así, encontraríamos: el juego entre Carlos y el Chico, el de Etelvino y Carlos (por causa de situaciones también «espejo», como las que ocurren en el pantano y en el río, que, llevan a ambos a una vida distinta a la que podrían haber tenido); también hay juego de espejos en el modo de enfrentarse cada uno a los mal entendidos; y  entre las distintas «versiones» de la misma historia, por una parte la de Nati y Nuria, frente a la de Carlos. Quise jugar con los reflejos de lo que no se dice, de lo que se malinterpreta, de todo eso tan pequeño que nos puede cambiar la vida. Hasta que somos —o no— capaces de enfrentarnos a ella y romper el espejo.
LIT.COM: En un determinado momento, hay una clara referencia a Unamuno, supongo que a su famosa «Niebla», esa «nivola» en que jugaba a confundirse realidad y ficción, y cuya idea dices que fue luego aprovechada por Borges…
A.C.: Unamuno es un referente a la hora de jugar con la ficción de la propia novela; en ese sentido, mi novela intenta —salvando las enormes distancias—proponerle al lector que se interrogue por si los personajes son lo que dicen ser; es decir, si hay que creer ese juego de ficción al leer. En cuanto al tema de Borges, me parece evidente que en muchos de sus cuentos hay una influencia de Unamuno; el Dios que nos sueña, el mundo inventado por nosotros para crear un dios que a la vez nos creó, etc. De Unamuno me interesa mucho la libertad narrativa que otorga a sus personajes; en «Niebla» pero también en «San Manuel Bueno, mártir», cuando dice en un momento dado eso de «déjeles que crean». Los lectores también son crédulos.
LIT.COM: A lo largo de todo el texto, el narrador mantiene un continuo diálogo con el lector: le apela, llama su atención sobre determinado asunto, le expresa sus dudas literarias…
A.C.: Para mí, el lector es quien da valor, sentido y significación a los libros. Creo que es muy importante dignificar la figura de los lectores. Tienen derecho a exigir que se les respete, que se les tenga en cuenta no como «compradores de objetos de consumo llamados libros», sino como personas que acompañan y se meten en el mundo que hemos inventado para ellos. Y quise darle al lector el papel que debe tener: amigo, compañero del escritor.
A los lectores/as a menudo no se les respeta. Se les considera «compradores», sin más, y se les ofrecen productos que, a mi modo de ver, muchas veces son indignos de ellos. A mí me gusta apelar al lector, hacerlo cómplice, plantearle cosas, que participe.
LIT.COM.: Me ha llamado mucho también la atención la manera en que «rompes» el discurso literario tradicional para introducir expresiones cazadas al vuelo, preguntas y respuestas suscitadas por los hechos, el «ruido» que existe alrededor de lo que ocurre. Lo interpreto como un intento de capturarlo«todo» dentro de tu novela, aunque ya sabemos que eso es imposible…
A.C.: El ruido muchas veces determina actos que son importantes en nuestras vidas; en la novela hay pequeños «ruidos» que determinan acciones; la vida está llena de situaciones así; vamos a comprar, como Carlos, un dulce, y escuchamos una charla en la cola; ese «ruido» puede ser insustancial pero si escuchamos puede decirnos cómo es la gente de ese pueblo, el vecino, que antes no era nadie; escuchar entre el ruido muchas veces nos permite conocer mejor.
LIT.COM: En todo caso, me parece admirable ese trasfondo que hay detrás: esa actitud de considerar una novela como un «suceso», algo vivo, latente, impredecible quizás, más que un sencillo objeto que tiene un precio.
A.C.: Claro. Es que la novela es un proceso. Es algo que se va construyendo; es cierto que el autor acaba la novela y ya «está lista», pero cuando la novela se lee vuelve a empezar y de otro modo. Yo quería en esta mostrar que ese proceso es una creación más allá del punto final, que el lector viera cómo podrían haber sido las cosas si algo no hubiera sucedido, o si hubiera sucedido de otro modo: como en la vida real: puedo elegir ir al cine o ir a dar un paseo; y de lo que elija nacerán dos historias distintas. En las novelas ocurre igual. ¿Qué hubiera pasado si Ana Karenina no se hubiera suicidado?… ¿cómo seguiría la novela?… Y el lector es partícipe de ese proceso. Algo muy radical: si el lector cierra el libro a mitad de una historia, la historia para él no sucederá nunca.
LIT.COM: En un determinado momento también, hacia la mitad del libro, la novela cambia de protagonista y pasa a gravitar sobre Nuria, la mujer que dejó al escritor protagonista hasta ese momento…
A.C.: Nuria es un personaje —creo yo— muy contradictorio. Me interesaba que se la escuchara a ella junto a Nati, porque mientras en la primera parte tenemos el punto de vista de Carlos, a ella no se la escuchaba; el espejo de Carlos es la versión de Nuria sobre Carlos. Y el lector es quien debe elegir quién dice lo que es «cierto» o si no hay nada de cierto.
LIT.COM: Al fondo del universo metaliterario, hay unos sucesos pequeños, como la muerte de un saltamontes, unas frases dichas en un río, o el suicidio (si es que puede considerarse un «pequeño» suceso) de un pariente del protagonista, sobre los que se vuelve una y otra vez. Como si toda nuestra sensibilidad y la personalidad firme que creemos tener se sostengan, en el fondo, sobre circunstancias minúsculas…
A.C.: Son esas circunstancias las que en la novela marcan formas de actuar, inseguridades, miedos, mal entendidos. Igual que en la vida real. El niño al que le gritan que hay tiburones, la niña a la que dicen que es una inútil, el saltamontes al que liberamos y muere… normalmente, se considera que el niño es un ser que no piensa, pero lo que sucede a los diez años puede llevarnos a no saber amar a los 30. A tener que aprender a sentirnos seguros. Las pequeñas cosas son las que nos van haciendo ser como somos y en la novela los dos actos que citas, sobre todo el segundo, son vitales para el desarrollo posterior de Carlos.
LIT.COM: Transcribo literalmente este fragmento, que me ha impresionado: «¿Todos los recuerdos desaparecen así?, se pregunta; ¿todos los afectos?, ¿todas las memorias?… ¿En un final de verano, en un aleteo nítido, sin sombras, o en un matiz que no sabemos apresar?… ¿Es eso vivir?, ¿ir viendo precipitarse al agua lo que amamos?…». Háblame, por favor, sobre la poesía que late en esta novela…
A.C.: Mucha gente que leyó el manuscrito y que ahora anda leyendo la novela me habla de su «poesía»… no lo sé. Quiero decir que no es buscado por mí, no es algo que haga conscientemente, aunque suene raro es algo «que me sale así». Lo que sí puedo decir es que yo quiero a las palabras, es decir, las palabras, para mí son lo que me permite expresar el mundo en el que yo vivo o en el que vive la gente que imagino. Y a veces me da la impresión de que eso hace que las palabras me quieran a mí; no sé expresarlo mejor.
LIT.COM: Me ha gustado mucho la figura del comisario, el hombre supuestamente práctico y poco amigo de rodeos, según marcan las convenciones literarias, cuanto más al tratarse de un comisario de pueblo, que sin embargo se muestra receptivo y comprensivo con las dudas literarias y existenciales del protagonista.
A.C.: Etelvino es un amor… la verdad es que es un personaje que no iba a tener apenas vida en la novela; en un momento determinado pensé que me serviría de «puente» para que avanzara la acción; pero resultó que tenía vida propia y una historia personal que a mí me pareció muy bonita. Conozco mucha gente así; personas que pasan por nuestra vida casi en silencio, ayudando en lo que pueden, que quizá no son lo que llamamos «cultos» tradicionalmente, pero que tienen una comprensión de eso que llamamos vivir, fundamental. Reconozco que el comisario es uno de los personajes de la novela al que más cariño tengo.
LIT.COM: ¿Quién es, qué es el chico de la chaqueta roja?
A.C.: Bueno… yo podría explicarlo a los lectores/as de Literaturas.com pero, puesto que hemos dicho que es una novela «que se va haciendo», yo creo que es mejor que la lean e interprete cada uno quién es ese chico tan particular… creo que esa pregunta se la van a hacer muchos lectores/as y que sería muy interesante saber cuál es su opinión…
LIT.COM: Por último, háblanos un poco de tus proyectos literarios, y de «Alenarte», la revista que diriges.
A.C.: «Alenarte» es un proyecto colectivo muy bonito. Muy ilusionante. Empezó en 2007. Se trataba de ofrecer una revista de arte y literatura que ofreciera cosas que yo entiendo que faltan en la Red; originalidad, rigor en los tratamientos de los temas a tratar y dar a conocer artistas creadores que no tienen espacio en otros sitios. Nosotros no vamos a dar una información que han dado decenas de medios; ¿para qué?, ya lo pueden leer en otra parte. Pero sí vamos a ir a un recital de un autor poco conocido y si tiene calidad le vamos a sacar en portada. Creo que, con los años, se ha ido haciendo un hueco en la Red, sin pretender competir con nadie: nosotros somos quienes somos y no competimos. Estamos muy agradecidos porque a lo largo del  tiempo los lectores/as han ido creciendo, y muchos centros culturales, universidades, museos, nos tienen en cuenta para sus noticias. Sobre eso hay que decir que es mérito de sus redactores/as, que, sinceramente, son un lujo.
Sobre proyectos literarios…de momento tengo la ilusión de ver si este «Chico» crece, si le va bien, de cuidarle y mimarle un poco. De presentarle en algunos sitios aún por concretar. Y luego…hay una novela a medias, que ya veremos qué pasa con ella; aún está —otra vez— «en proceso». De todas maneras, yo no tengo prisa.  Me divierte muchísimo escribir, y si al final termina por salir algo decente pues ya veremos…
Quería agradeceros este espacio que me ofrecéis y a vuestros/as lectores/as el tiempo que se han tomado en leerme.

«El chico de la chaqueta roja»
Editorial Baile del Sol
170 páginas

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