viernes, 29 de julio de 2016

Reseña de Al otro lado de los cocodrilos, de Maria Jesús Silva en LUKE

Título: AL OTRO LADO DE LOS COCODRILOS
Autores: María Jesús Silva
ISBN-10(13): 978-84-16794-03-4
Referencia: SO-202
Fecha de publicación: 2016
Número de páginas: 74



Hay muchos seres ocultos en cada hombre o mujer, muchos momentos en el tiempo humano, muchos lugares perdidos en nuestra mente. Quizás las palabras broten para iluminar o dar forma a los seres, los momentos y los lugares, porque hablar, escribir, es agrietar el silencio, romper ese cristal limpio, trasparente, incoloro, sí, o también semejante a la lámina de un espejo que sólo nos refleja por partes, y que, abandonado en el espacio, revela una claridad lejana y extraña: un cielo perdido entre los objetos.

Hay muchas imágenes y muchas situaciones alojadas en este libro de poemas en prosa de Maria Jesús Silva, ‘Al otro lado de los cocodrilos’, que acaba de publicar Baile del Sol Ediciones. La poeta ha diseminado sus distintas experiencias como una baraja de cartas sobre estas páginas, que son mucho más que impresiones y sentimientos, pues es como si, instante a instante, se hubiese arrancado el tiempo de su cuerpo, a tiras, y nos ofreciera esos momentos vívidos y palpitantes como trozos de carne. De carne sangrante.

Su autora sabe retorcer la cotidianidad hasta volverla sonido, como quien estruja un trapo húmedo para que seque, pero la realidad nunca se seca, la realidad es indiferente a nosotros y nos penetra, es lo que está distante y al tiempo nos habita. Es exacta, en este sentido, la cita introductoria de José Ángel Valente, que la poeta ha colocado al comienzo del libro: ‘Alejarme tan solo fue el modo / de quedarme para siempre.’ Estos poemas evidencian esta cercanía de una realidad ajena y propia, de una vida que, en la distancia, forma parte de un paisaje, antiguo y nuevo, por el que deambula, entre sus sentimientos, como un viajero entre piedras y zarzas. No puedo dejar de recordar, en este sentido, ese texto de apariencia simple, pero de tales resonancias, que semeja un aguacero en pleno verano. Me refiero al texto ‘Me he reconciliado con mi padre’, donde la niña-adulta acude con su lista de reproches a visitar a ese hombre que fuera su progenitor, pero que ya no es su padre, y le encuentra, en la lenta desintegración del Alzheimer, atisbando desorientado la niebla de su existencia.

Hay también muchos silencios entre estas palabras, en la curvatura de las letras: Silencios verdes con los que se tapiza el día, silencios en los que se sumergen los espacios del pasado, los seres queridos, silencios que “producen las neuronas al morirse”, silencios como fosas en las que rebotan las voces y espesos silencios que nos devoran como la muerte: ‘ese segundo que nos separa de un lado y nos coloca en el otro.’

Maria Jesús Silva convive con la muerte y la locura, y sabe que, a veces, ese segundo al que se refiere es tan leve como una línea imaginaria, como la frontera del horizonte que separa mar y cielo en la tarde brumosa. Se sabe en que lugar estamos, pues nos habitan los recuerdos, pero ¿es ello suficiente? ¿Los muertos han perdido la memoria? Maria Jesús Silva lo duda:

“Ha muerto esta mañana. Ahora son las dos y cuarto de la madrugada y se asoma a la terraza. De vez en cuando mira hacia atrás, y me pregunto qué hace ahí.”

¿Es cierto que los muertos no recuerdan? ¿Acaso no es el olvido lo propio de los vivos? Todo parece trastocarse en este libro: el silencio nos habla con sus infinitas tonalidades y la muerte reside en nosotros para vomitarnos la existencia.

Son muchos los momentos, muchas las estaciones, los rostros que emergen y se disuelven en nosotros: las innumerables caretas con las se presenta la vida. Y es con ese caleidoscopio de miradas y de imágenes deslumbrantes con las que se ha escrito este poemario en prosa, donde el tiempo a veces se detiene y otras avanza con la celeridad de una flecha para clavarse en nosotros y desgarrarnos, como un cuchillo.

Como un cuchillo de la textura de la voz, con el filo de una palabra que dilacera y llega al corazón.


Antonio Maura

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