lunes, 8 de agosto de 2016

Entrevista a Ana Esteban en elpulso.es

“El carácter de sugerencia que tiene un cuento perfecto lo acerca a la poesía”, según la autora de “Peces de charco”.

%22Peces de charco%22FGR: Háblanos, Ana, sobre este tu primer volumen de relatos y lo que has experimentado como novelista al trabajar este género literario presuntamente menor.
AE: Tenía algunos cuentos escritos, y mientras trabajaba en una novela pensé en hacer un volumen con ellos, pero luego solo rescaté dos o tres y alguno más que tenía empezado y sin concluir. A partir de ahí, empezaron a surgir otros nuevos, y pronto me di cuenta de que todos los personajes se movían en la misma esfera de la actualidad y en la misma escenografía urbana. Eso hizo que alguno saltara de un relato a otro, o que compartieran a veces un contexto. No pienso los relatos a partir de una historia, sino desde la aparición repentina de un personaje al que le está sucediendo algo, sin importarme quién es ni cómo ha llegado aquí: solo puedo verle en el punto en que se encuentra, y entonces empieza a dar vueltas en mi cabeza y lo llevo al papel.
La base de un cuento es una trama girando apretada en torno a una circunstancia, y esta es la diferencia fundamental con la construcción de una novela, donde todo se abre y se ensancha. Ver con claridad cómo afectará a la vida del personaje esa situación que atraviesa, y dejar que el lector intuya la amplitud de su encrucijada sin llegar a contarla es lo más difícil a la hora de escribir un buen relato. Ese carácter de sugerencia que tiene un cuento perfecto lo acerca mucho a la poesía: la complejidad de su significado y su impacto emocional llegan más concentrados que en una novela, así que su interpretación es un placer para quien lo lee. Yo diría que es un género que requiere un lector más diestro o con más sensibilidad literaria, por eso no es tan popular como la novela, y por eso lamentablemente no muchas editoriales apuestan por él. Seguir diciendo que es un género menor después de Poe, de Kafka o Chejov, después de todos los grandes autores del cuento contemporáneo, y afirmarlo mientras la literatura actual compadrea con otras expresiones —series, cómics, redes sociales y demás—, es medir su dimensión con los manuales que blandía la crítica de otro tiempo.
FGR: Los recuerdos, la ciudad (pongamos que hablo de Madrid) y la soledad en la que se debaten sus habitantes son una referencia temática en tu obra…¿nos encontramos con una literatura de las emociones?
AE: Para mí la literatura es algo emocional, porque el asunto de la literatura es la condición humana. Toda manifestación artística tiene que ver con la emoción y surge desde ella, pero la literatura es la única de las artes que no se limita a expresarla, sino que indaga en todos sus aspectos para obtener un significado más profundo de lo que somos, de cómo es nuestro paso por la vida. La escritura, tal como yo la entiendo, parte de una búsqueda constante y se filtra desde el conocimiento de la experiencia propia y la cultura en la que se vive. Quizá por eso mis escenarios son sobre todo urbanos y la soledad siempre está rondando a mis personajes. El tiempo te enseña que todos estamos un poco solos, estemos donde estemos, y que la única posesión que al final tenemos son nuestros recuerdos, lo que hemos hecho; también en eso se apoya lo que escribo.
FGR: Viví muchos años con mis abuelos en la plaza de Matute y tu artículo sobre ella, donde también hablas de Cervantes, que vivió en los aledaños, me ha traído a la memoria muchas cosas…Madrid sin duda es un espacio matriz privilegiado para la creación, no sólo literaria. Los tiempos corren y vuelan. ¿Cómo percibes esta ciudad, aquí y ahora, sobre la que muchas veces escribes?
AE: Pues últimamente la percibo bastante sucia, como todo el mundo, deteriorada por nuestra dejadez. El caso es que amo a esta ciudad y su paradoja: es muy hospitalaria y a la vez algo inhabitable. A veces tienes la impresión de que todo sucede en ella, que si te marchas por un tiempo te vas a perder cosas irrepetibles, te vas a quedar atrás, en desventaja, sin saber muy bien de qué. Cuando voy al campo me embarga la extensión de la naturaleza, esa paz que te da el bosque, la montaña o la llanura, lo necesito y también necesito estar junto al mar al menos una vez al año, pero creo que soy animal de ciudad, me inspira más una calle y lo que pasa en ella que un hermoso paisaje. Disfruto en Madrid porque se deja abarcar, y tiene un aire entrañable, como de pareja antigua: la amas y la odias a un tiempo pero sobre todo la amas. A veces creo que me gusta la vida urbana porque la vivo en Madrid, y que en cualquier otra ciudad no me gustaría en absoluto.
FGR: ¿Tus autores favoritos?
AE: Nunca sé muy bien cómo responder esta pregunta, porque la lista sería muy larga y seguro que bastante caótica. Como estamos hablando de relato, y empezando por los inmortales, por supuesto digo Chejov y Kafka, pero también otros nombres de aquí y allá que me parecen grandes del relato: Katherine Mansfield, Ignacio Aldecoa, Felisberto Hernández, por ejemplo. Me gustan especialmente los clásicos americanos de la estela Chejov, como Carver, Salinger o Cheever, y algo más recientes pienso en James Salter, George Saunders o Lorrie Moore. Otros autores como Askildsen, Bolaño o Gonzalo Calcedo, también están entre mis favoritos. Es una relación improvisada, porque siempre ocurre que después te acuerdas de muchos más autores que te gustan y que te has vuelto a dejar fuera.
 FGR: La actualidad va fagocitando la experiencia de lo real y muchas voces pontifican sobre la muerte de la novela ¿cómo ves tu, como novelista practicante, esta cuestión?
 AE: No creo que la novela como género narrativo se muera, porque contar y absorber historias está en nuestra naturaleza. Lo que ocurre es que en esta cultura, donde prima todo lo visual y lo nuevo, tiene una competencia feroz, ya no es la única vía que tenemos para acceder a otros mundos como lo fue antiguamente. La novela sobrevive plegándose a este tiempo, mientras incorpora otros elementos o adopta otras formas (pienso por ejemplo en el auge de la novela gráfica, en su hibridación con la crónica, en libros-objeto como La casa de hojas de Danielewski). Lo que ya no podemos hacer es leer novela desde una premisa purista, o escribirla de espaldas a la actualidad o a una realidad cada vez más compleja. Aun con su influencia obviamente mermada, y pese a que ya no volverá a ser la misma, la novela permanecerá para sus lectores conviviendo con todo lo demás, porque sigue siendo un medio perfecto para bucear en nosotros mismos, en lo que somos.
FGR: ¿Cómo escritora cual es tu relación con las nuevas tecnologías de la comunicación?
AE: En cuestiones tecnológicas soy bastante torpe y algo perezosa, lo que me avergüenza un poco; por otro lado, la obsesión por la popularidad en las redes es una enfermedad de nuestro tiempo que me resulta ridícula. Antes tenía la convicción romántica de que si lo que escribes tiene cierto valor podrás aportar algo al mundo, tus libros estarán donde tengan que estar y llegarán por sí solos hasta tu lector ideal, pero supongo que hoy en día es una ingenuidad pensar esto. Lo cierto es que escribir es una tarea solitaria y a veces te mantiene fuera de todo; a mi me gusta ese aislamiento creativo, pero me angustia la sensación de que sin el apoyo o cierta actividad en redes sociales eres invisible, y si eres invisible lo que hagas no llega a nadie. Así que aunque no me manejo con mucha destreza, al menos tengo una página donde cuelgo lo que voy escribiendo o publicando, y una cuenta de Facebook donde he descubierto la alegría de compartir, conocer gente y ver qué se hace por ahí fuera.
 FGR: ¿Qué estás preparando para un cercano futuro?
 AE: Una novela en la que trabajaba cuando me sumergí en los cuentos, o más bien dos, porque ando dando vueltas también a la que tenía en un cajón. Ojalá sea para un futuro cercano como dices; soy una escritora lenta, y además por el camino me entretengo con otras pasiones: el periodismo y mis talleres literarios.
* Ana Esteban (Madrid, 1964) es autora de las novelas Es solo lluvia (Debate, 2001) La luz bajo el polvo (Ediciones del Viento, 2006), y del libro de relatosPeces de charco (Baile del Sol, 2016). Ha escrito artículos, crítica de cine y de libros, entrevistas y crónicas en El SemanalEl País, El Asombrario, Buensalvaje y otras publicaciones, reunidas también en su web Crónica Spleen .

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