lunes, 26 de septiembre de 2016

Reseña de Stoner de John Williams en Culturamas

Stoner, la declaración de amor de John Williams

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Por Raúl Andrés Cuello
En el prólogo de Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, Rüdiger Safranski -el filósofo alemán contemporáneo- comienza diciendo:
“Este libro es una declaración de amor a la filosofía”
Stoner, la novela de John Williams (acertadamente reeditado en Argentina por Fiordo Editorial y en España por Baile del Sol) se encarga de transmitirnos esa misma sensación a fuerza de una prosa inusualmente simple. De por qué hemos elegido Stoner para hablar en nuestra entrega de hoy se lo detallaremos a continuación. Ahí vamos.
Para quienes hayan experimentado la sensación de amor (hacia personas, ideas y ¿por qué no? objetos que constituyen un fetiche) comprenderán que cuando esto ocurre una transformación comienza a surgir interna y silenciosamente, hasta que un disparador hace que todo combustione en una ola de pasión ardiente. Esto le sucede precisamente al protagonista William Stoner, un joven y humilde campesino de Missouri que asiste a la Universidad para estudiar Agronomía, gracias al inmenso aporte de sus austeros (y campesinos también) padres. Este plan familiar da un vuelco cuando Archer Sloane, el instructor de literatura inglesa de la Universidad, le pide a Stoner que intente explicar qué sensaciones le produce el soneto n° 73 de William Shakespeare. Aquí es donde toda esa pasión desmedida de la cual hablábamos se desata y comienza realmente la novela. Quizás se pueda encontrar en forma condensada lo que Williams quiere decirnos en la página 211, a saber este es un libro que habla de amor:
el amor no es un fin sino un proceso mediante el cual una persona intenta conocer a otra.”
Habiendo sido persuadido por su instructor, Stoner deja el estudio de las leyes del campo y da rienda suelta a su pasión por la literatura. Consigue recibirse, realizar su maestría y al fin su doctorado. Cambia su círculo de amigos, se aleja lentamente de sus padres (y su voluntad) y se deja llevar por lo que de verdad ama. Si tuviésemos que remarcar algo negativo, es que este libro adolece de previsibilidad; el autor prepara lo que viene sin mucha eficacia, dando lugar a prever la manera en que se desencadenarán los hechos. Aun así el poder de la prosa es mayor que la de este defecto de la técnica. Williams hace gala de su maestría y nos traslada y nos embebe en los objetos de su afecto: la historia de las letras, la concepción del lenguaje, la importancia de las artes liberales (la gramática, la retórica, la dialéctica…)
“Recordemos que la concepción medieval de la gramática era aún más general que la de los helenísticos tardíos o los romanos. No incluía solo la ciencia del lenguaje correcto y el arte de la exégesis, sino también las concepciones modernas de analogía, etimología, los métodos de presentación y construcción, la condición de la licencia poética y las excepciones a dicha condición… incluso el lenguaje metafórico o las figuras del lenguaje.”
A medida que Stoner se va entregando más a la literatura, su vida comienza a apagarse. Se apaga su matrimonio, el cual previo a su génesis ya era un fiasco; se apagan sus relaciones con sus contemporáneos, ya que no decide ir a la guerra y es desplazado a causa de esta decisión; se apaga la vida de su instructor, el que lo había conducido a su gran amor, y también se apagan las vidas de sus padres, quizás el último reducto de su vida pasada. A pesar de esto siempre queda un resquicio para encontrar una última gota de amor, como ocurre con Katherine Driscoll, una alumna de su seminario que logra despertar aquello que había anhelado pero siempre le había sido esquivo, el amor sincero y desinteresado de una mujer. En ella, Stoner encuentra una fuente en la que descargar sus pasiones y entregarse al fin como lo haría un adolescente:
“Casi todas las tardes, cuando él terminaba las clases, iba al departamento. Hacían el amor, hablaban y volvían a hacer el amor, como niños que nunca se cansan de jugar. Los días de primavera se alargaron, y aguardaron ansiosamente el verano.”
En resumidas cuentas pensamos que este libro puede pasar a ser una pieza importante de su biblioteca, por su singular simpleza y su decidido alegato en favor del amor; pero, en el caso de que usted no pudiera hacerse de él, al menos pensamos que podría llevarse algo de todo lo bueno que tiene este libro, a algún resquicio de su memoria poética.
El amor por la literatura, por el lenguaje, por el misterio de la mente y el corazón manifestándose en combinaciones minuciosas, extrañas e inesperadas de letras y palabras, en letra de molde negra y fría… comenzó a desplegar el amor que había escondido como si fuera ilícito y peligroso, al principio con timidez, luego con audacia, y al fin con orgullo.

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