jueves, 28 de diciembre de 2017

Reseña de Mi columna vertebral de Andrea Mazas en la revista Clarín

Andrea Mazas
Mi columna vertebral
Baile del Sol, Tenerife, 2017

Claridad en los vínculos

Cuando los primeros árboles con los que nos encontramos en el camino poseen fortaleza y espléndida textura, podemos aventurar que el bosque en el que nos estamos internando podría tratarse de un emplazamiento memorable. Mi columna vertebral, el primer poemario de Andrea Mazas (Salamanca, 1981), nos coloca en ese lugar. Nos descubre a una poeta brillante, con una gran voz, ya pulida, que se mueve con un despliegue verbal compuesto por léxico y elementos sencillos, referentes cotidianos, símbolos reconocibles y metáforas alrededor de lo elemental. Mazas comparte una poesía de tono confesional, con una dicción precisa y luminosa y una excelente confección de las piezas. Se trata de una poesía sustantiva, que encierra la complejidad de acercarse a la esencia humana y de la vida (de una vida acompañada, abierta a su comunidad) al mismo tiempo que sus metáforas y alegorías recuperan cierta mirada mágica del mundo.
Su obra pretende reflejar la plasmación del cambio existencial. Uno de los ejes del libro es el proceso de construcción del sujeto, donde se busca afirmarlo y definirlo («soy el abismo entre la que fui y a la que voy»). Este se va construyendo desde la duda y un carácter receptivo, sin omitir los dobleces ni los agujeros, aunque en ese tratamiento se resalta la tenacidad y el vigor. Plasma un desarrollo biológico, desde el nacimiento, pasando por la infancia y la juventud, hasta la madurez. Ahí se resaltan los vínculos, los afectos, la interdependencia. Concretamente, la autora explora su personalidad. Rastrea lo que le configura como ser humano, especialmente como ser relacional. En efecto, para Mazas, el «yo» también se compone de los otros, cuanto menos de un «tú» específico al que se dirige en muchas de las piezas. Así, el sujeto no es individual, sino construcción colectiva. Además, en varias ocasiones, se remarca la idea de que el «yo» es una suma de aspectos que lo van cubriendo. A partir de la afirmación de nuestra composición lingüística («tomé la palabra y nací persona»), los poemas recorren entonces el proceso de ir liberándose de esas capas hasta alcanzar la desnudez. No en vano, las distintas etapas de la vida se superponen en el «yo», con lo que se subraya tanto la conciencia de la evolución y multiplicidad como su permanente formación. Más allá, llega a situar su cuerpo como representación y encarnación de toda la existencia del ser humano. Precisamente, el cuerpo herido aparece como constatación de crisis o inflexión vital (como el paso a la madurez).
Otro de los ejes es el amor y la relación con el otro, especialmente en el tramo final del volumen. Habla de un amor correspondido y gozoso, siempre con un horizonte de entrega, donde el sexo aparece como culmen. Pero no sólo en estos poemas se subraya la carnalidad como reivindicación del placer y del deseo, sino que se liga con el planteamiento vitalista atraviesa todo el libro. En ese sentido, palpita en estas páginas un anhelo de libertad, unida también al desarrollo imaginativo, a la reinvención o reinterpretación lírica de la realidad. Además, el amor se presenta como un acto de comunión con el mundo, no sólo entre dos personas. De hecho, la poeta lleva a cabo, también de manera explícita, una indagación en lo elemental, que tiene su correspondencia con la presencia constante, precisamente, de los elementos naturales en sus piezas.
A su vez, en el volumen se reclama la perspectiva y la reivindicación feminista de género. En concreto, denuncia la objetivación de la mujer, su reducción a apariencia y la asimilación por parte de las propias mujeres de estas lógicas.
Por otra parte, en una de las secciones del libro (que incorpora un CD con los poemas hechos canción a cargo de un nombre de referencia en la canción de autor: Antonio de Pinto), Mazas versa sobre la poesía y el lenguaje. Explicita allí su voluntad de escritura clara («la palabra debería ser siempre / una llave, y no un telón o una máscara»), con implicación personal («como un globo que suelta lastre / yo me he ido desprendiendo en los poemas») que apele al lector y que le permita apropiarse de ella, tal y como la propia autora busca cuando lee, y tal y como se produce con este relevante poemario.


Alberto García-Teresa

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